1 de noviembre de 2010

EL VERDADERO YO DETRÁS DE UN DISFRAZ


Ni de niña me gustó disfrazarme, me daba una tremenda pereza pensar: ¿de qué tengo ganas de disfrazarme? y luego ir descartando cada difraz que se me ocurría por el hecho de no tener la posibilidad de conseguirlo, definitivamente era agotador para mí. Quizás fue esa la causa que motivó a que después de adulta tampoco sintiera atracción por el disfraz.  Pero reconozco que el juego que representa para la fantasía humana ser por un día otra persona, animal o cosa, puede conducir a una exitación y diversión donde afloren aspectos ocultos de nuestra personalidad, o tal vez de esa actitud actoral innata del ser humano que estoy convencida tenemos todos en nuestro interior.

La fiesta de Halloween, es como un espacio colectivo para que tanto niños como adultos den rienda suelta a la creatividad en el uso de la transformación, pero, detrás de esos disfraces que escogemos ¿qué se esconde verdaderamente en cada uno de estos desdoblamientos? Héctor Pina, es un psicólogo y periodista columnista del Houston Chronicle, que en uno de sus artículos en materia de ciencia y salud, nos devela cómo la elección del disfraz lleva implícito características de nuestra personalidad:

 ¿Qué se esconde detrás de un disfraz?

Por Héctor Pina *
Houston Chronicle/ 30 de octubre de 2010

Desde la época en que los griegos y romanos eran las civilizaciones más avanzadas del mundo antiguo, la gente se ha disfrazado, unas veces por diversión, otras por conveniencia o por cuestiones culturales, y así sucesivamente.


Hoy, nuestros niños acostumbran a disfrazarse en Halloween para luego ir de puerta en puerta pidiendo golosinas. Sin embargo, esta celebración no siempre estuvo asociada con disfraces: era algo más solemne y ritualista que tuvo su origen entre los pueblos paganos allá por el año V antes de Cristo.

No sólo a los niños les gusta disfrazarse en Halloween, ya que en los días previos al 31 de octubre muchos adultos suelen celebrar fiestas de disfraces. ¿Por qué?

La razón principal es la diversión, aunque muchas veces el disfraz que escogemos esconde características de nuestras personalidades.

Por ejemplo, la última vez que me disfracé fue en 2002, cuando unos amigos organizaron una fiesta de disfraces para la víspera de Halloween y me invitaron, en aquella oportunidad fui disfrazado de fraile diabólico, pues aunque la ropa se correspondía con la de un monje benedictino, con capucha y todo lo demás, el maquillaje que me hice era bastante tenebroso, al punto de que a los amigos les costó trabajo adivinar quién estaba debajo de aquel atuendo.

Después de la fiesta, un día me puse a pensar en la razón o razones que influyeron en mi selección de aquel disfraz. En mi reflexión, me di cuenta de que no había sido un hecho fortuito que me vistiera de fraile.

Por un lado, recuerdo que aquella noche hacía bastante calor y me pareció que con el ropón marrón que me echaría por encima, el cual me llegaba hasta los tobillos, no tendría que ponerme nada más que el calzoncillos, lo cual me serviría de alivio en una noche tan calurosa. Además, como se trataba de una fiesta de adultos, en la que habría bebida, baile y comida, me pareció que lo mejor sería ir como un monje que quiere pecar y de ahí el maquillaje un tanto diabólico y lujurioso. Es decir, sin haberlo pensado conscientemente en el momento de escoger el disfraz, mi subconsciente me estaba guiando silenciosamente.

Posibles revelaciones

De igual manera, muchos expertos indican que los disfraces pueden revelar numerosas características de la personalidad, incluso de los niños.

Digamos que tú o uno de tus hijos escoge un disfraz que represente a algún animal. En general, cuando pensamos en un animal tenemos en cuenta sus características principales. Por ejemplo, un conejo suele inspirar ternura y tal vez te lo pongas para inspirar ese sentimiento en los demás, lo que podría denotar una necesidad de cariño.

Un disfraz de vampiro podría revelar una personalidad que fantasea con el poder que se les adjudica a esas criaturas oscuras y el deseo de vida y juventud eternas, aunque tengas que renunciar a tu alma para ello.

Si te disfrazas de hada o princesa encantada, esta imagen podría indicar deseos de revivir la época de la inocencia infantil o de ser la persona perfecta que no eres, con la capacidad para transformar todo lo que no te gusta a tu alrededor.

Aunque esto no se cumple en todos los casos, hay hombres que se disfrazan de mujer para sublimar ciertos fetiches como, por ejemplo, el erotismo que experimentan al verse con ropa femenina, sin que esto implique tendencias homosexuales.

Un disfraz de bailarina exótica o meretriz te puede permitir coquetear en una fiesta con quien te guste sin que tu pareja o la pareja de esa persona ponga el grito en el cielo. Asimismo, puedes optar por disfrazarte de alguien famoso para ser estrella por un día.

En otros casos, tu disfraz puede ser tan llamativo que te conviertas en el eje de la fiesta, algo que tal vez no logras en tu vida cotidiana.

Pero independientemente de los motivos conscientes o subconscientes que te conduzcan a escoger un disfraz determinado, piensa que sueles disfrazarte tan sólo una vez al año, así que vístete como te apetezca y disfruta la fiesta. Y si son tus hijos los que se van a disfrazar y eres tú quién escoges sus disfraces, analiza en silencio si no querrás con esto revestir a tus chicos con características que no tienen y que tú desearías ver en ellos.
 
Autor: *Héctor Pina es psicólogo y periodista especializado en materia de ciencia y salud. E-mail: helgo@bellsouth.net
Fuente: http://www.chron.com/
 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario